martes, 15 de octubre de 2019

Carne De Caballo

En Argentina la prohibición para faenar caballos se impuso por primera vez con el gobierno de Juan Manuel de Rosas. Después de una serie de regulaciones, con el retorno del peronismo y de la mano de José Ber Gelbard en el '74 quedó habilitado el faenado pero con restricciones: se prohibió en todo el país la matanza de animales machos menores de 12 años y hembras menores de 15, salvo que estuvieran lastimados. Raúl Alfonsín reimplantó la prohibición completa, vigente hasta 1995, cuando la ley 24.525 impulsó definitivamente el consumo, fomento y desarrollo del ganado equino y subproductos. Pero los promotores del negocio no quedaron satisfechos, los caballos más chicos continuaban preservándose. De la mano de Carlos Menem, el 19 de agosto de 1998, con el decreto 974., no hay límites de edad para la matanza de caballos.
Según el por entonces presidente de la Asociación de Propietarios de Carnicerías, Santiago Muzzupappa, se desarrollo en el país un circuito clandestino de comercialización de carne de caballo. Según Muzzupappa el bocadillo dulce del caballo es habitual como insumo en embutidos. "La gente debiera mirar menos los precios --ironizó-- y más la composición de las hamburguesas". Si bien la ausencia de un mercado demandante impide a nivel local la venta directa y visible del animal como alimento, suele usárselo como insumo en fiambres o embutidos. Miguel Brascó, director de Cuisine et Vins, sostuvo que las viejas hamburguesas paty eran "mitad carne de vaca, mitad de caballo".

Los decretos hasta el año 1998

  • En el '74 el decreto 1591 prohibió en todo el país la matanza para faenamiento con cualquier destino de caballos, machos, menores de 12 años y hembras, de 15. Hubo una excepción y fue para los animales lastimados.
  • Raúl Alfonsín prohibió todo tipo de faena, pero la restricción que fue levantada en el '95 por una ley del Congreso. Con el número 24.525 la ley impulsó el consumo, fomento y desarrollo del ganado equino y subproductos.
  • Todavía seguía vigente la restricción de la edad.
  • La vida de una caballo apenas supera los 20 años.
  • Los promotores de la desregulación argumentaron que los caballos más jóvenes son mas tiernos y pueden colocarse a mejores precios.
  • El nuevo decreto de Carlos Menem, número 874, derogó el límite de edad impuesto en el '74 porque no "se compadece con la política de promoción y fomento de la producción de carne equina". 
  • El negocio de la exportación de faena equina mueve 80 millones de dólares anuales.
    En 2014 se vendieron al exterior 15.000 toneladas; la cantidad bajó por exigencias de los países consumidores.
    Es que alrededor de la carne equina hay un negocio tan oscuro como millonario: entre enero y noviembre de 2014 se exportaron 15.267 toneladas por US$ 56,8 millones, pero se estima que hay otro tanto de ventas al exterior no declaradas.
    Entre 2009 y 2011 se exportó un promedio de 33.000 toneladas anuales por un monto de US$ 85 millones, pero luego las ventas comenzaron a decaer. Según datos del Ministerio de Agricultura de la Nación, en 11 meses de 2014 se vendieron al exterior 15.267 toneladas de carne equina, mientras que en 2010 se habían exportado 23.474 toneladas por valor de US$ 78,2 millones; en 2011, 21.225 por US$ 87,56 millones; en 2012, 18.237 por US$ 72 millones y en 2013, 16.197 por US$ 57 millones.
    Más allá de que se estima que la cantidad real (lo declarado más lo informal) rondaría las 30.000 toneladas anuales -según una fuente de la industria-, la caída en la exportación en los últimos años se debe a que hay más exigencias de trazabilidad, fundamentalmente impuestas por el principal comprador, que es Rusia (allí usan la carne para tratar a personas con problemas cardíacos).
    Los contenedores que viajan principalmente a Rusia y la Unión Europea son el producto final de una actividad poco clara que efectúan los "tacheros", como se llama a los hombres que andan por los campos en busca de "tachos", es decir, caballos que ya no sirven para el trabajo. Ellos pagan 80 centavos de dólar por kilo en pie de caballo, mientras que un kilo de esa carne se exporta a US$ 3,78 (US$ 3782 por tonelada) y se consigue en comercios europeos a un precio que va de 14 a 16 euros.
    Según explica un académico de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, de un caballo se aprovecha un porcentaje mucho mayor que de un vacuno: una vez faenado deja un 60% de su peso aprovechable. "El rinde en dinero que tiene la res de caballo es mucho más alto que el del mejor novillo de exportación", afirma esta fuente.
    Otro eslabón del negocio son los frigoríficos. Hay seis en el país, pero eran siete antes de que cerrara el Frigorífico Uriburu, ubicado en la localidad homónima de La Pampa. Los establecimientos que hoy funcionan son Indio Pampa, en Trenque Lauquen; Lamar, en Mercedes; Equino Entre Ríos, en Gualeguay; Aimar, en Río Cuarto; Solemac, en Río Negro, y Natural Carni, en Chubut.
    Como la carne equina no se consume en la Argentina por una cuestión cultural, estas plantas exportan toda su producción. En algunas zonas de la Patagonia se la suele consumir en fresco por tradicional. En tanto, en Europa hay carnicerías de carne de caballo puestas a todo lujo. Una de las cosas que incrementó en ese continente su consumo fue la crisis de la enfermedad de la Vaca Loca (encefalopatía espongiforme bovina).


    El frigorífico le paga al acopiador, que luego con ese dinero sale y vuelve a comprar. Carnean al animal, lo despostan y lo venden como carne enfriada y congelada. "Hay alguna forma de exportación particular, como sucede con Italia, que viene y compra animales en pie, llena varios barcos, los utiliza durante el verano como paseadores y luego los mata y los vende como carne", explica un hombre que está en el negocio.
    Para tener una idea, según una fuente del sector, el frigorífico de Gualeguay exporta carne enfriada sin hueso y carne congelada sin hueso, menudencias congeladas, médulas congeladas, tripas y tendones salados, cueros salados, pericardios frescos, fetos, ovarios, colas y cerdas. Este frigorífico exportó en 2009 a la Unión Europea y a Suiza 1713 toneladas de carne, y a Japón, unas 203 toneladas.
    El país fue hasta 2008 el mayor exportador de carne equina en el mundo, pero no tiene una estructura de producción, sino que se nutre de caballos de descarte o silvestres, como los de la precordillera mendocina.
    Tal como relata un entendido en el tema, no existe en la Argentina una cultura de criar caballos para faena. Varias veces, incluso, se dispuso una prohibición para faenar: la primera vez fue en épocas de Juan Manuel de Rosas. En 1995, una ley levantó definitivamente esa restricción.
    En el país no hay conciencia de producir carne de caballo. La única raza que estaría en condiciones de ofrecer animales aptos para exportación es el Percherón y sus derivados, como el Tiro Argentino. Pero hoy hay muy pocos criadores de esta raza en la Argentina, y es por eso que se hace difícil proveer productores específicos de carne equina.
    Según datos del Ministerio de Agricultura basados en información del Indec, los principales mercados en facturación en 2014 fueron: Rusia (con US$ 28 millones), Bélgica (US$ 9,4 millones); Francia (US$ 9 millones), Italia (US$ 5,8 millones), Japón (con US$ 1,7 millones), Países Bajos (US$ 1,2 millones), Kazajtán (US$ 940.000); Suiza (US$ 412.000), Belarús (US$ 143.000), y Vietnam (US$ 44.000).
    No son pocos los caballos que van a parar al matadero: si se toman en cuenta las cifras declaradas y que constan en informes de la cartera de Agricultura, se advierte que se faenan cada año unos 130.000 equinos (en épocas de mayor auge, se llegó a 230.000). El 43% de estos animales son hembras. El 60% proviene de la provincia de Buenos Aires y el 40% restante, de Córdoba, Entre Ríos, La Pampa, Río Negro y Chubut.
    Más allá de estas cifras correspondientes a animales faenados, la Argentina también exporta ejemplares en pie: fueron 2641 en 2011 (último dato publicado), que se vendieron por un valor total de US$ 20.385.573. Claro que estos caballos corren mejor suerte que sus congéneres, que, como reza el refrán gauchesco, "van derecho al matadero".


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